Fleabag: doce capítulos de humor, incomodidad, amor y desamor. Un canto a la vida misma.

María Paula Muzzachiodi
4 min readAug 3, 2023

--

Cortito y al pie.

[Cuando veo o leo algo que me mueve mucho, pero mucho en serio, tengo que escribir sobre eso. Hace un mes terminé de ver Fleabag y estoy en una historia de amor unidireccional con la serie]

Hay una joven británica de cabello corto llena de remordimiento dando vuelta por las paredes imaginarias de Amazon Prime Video y merece que nos adentremos en su historia. Hablo de Fleabag, una serie británica creada y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge, hoy en boca del público por haber llegado a la pantalla grande hollywoodense en la última película de Indiana Jones como aparente reemplazo de Harrison Ford. Pero la carrera de Waller-Bridge ya era prolífica: escribió y protagonizó Crashed, una serie británica que denunció la precariedad de los jóvenes londinenses, fue la escritora principal de la primera temporada del éxito Killing Eve, y creó a su personaje más conocido y entrañable, Fleabag.

Fleabag nació en las tablas como personaje teatral y terminó convirtiéndose en su propia serie televisiva. La primera temporada salió en 2016 y la segunda en 2019. Cada una tiene solo seis capítulos de treinta minutos cada uno, lo que nos permite deglutirla en tan solo seis horas (guiño, guiño) aunque recomiendo tener una pausa entre temporadas, por más difícil que sea. Con Sian Clifford en el papel de hermana, Bill Paterson en de padre perdido en la crianza de dos hijas huérfanas de madre, Olivia Coleman como madrastra, Brett Gelman (quien, de hecho, siempre interpreta magistralmente a personajes desagradables) como su irritante cuñado y a Andrew Scott como el mejor Padre que la tele nos ha dado, Fleabag es un conjunto de personajes impecables e imperfectos que nos hacen pasar por todas las emociones.

Es que, más allá de toda descripción salida de una ficha técnica, Fleabag es, básicamente, todo lo que está bien, y todo lo que está mal. Es todo lo que es real. A través de sus doce capítulos, nos rompe el corazón y no nos ayuda a recomponerlo. Es el dedo en la llaga, es la vida misma. Y, al mismo tiempo, nos hace reír como pocas series. Nos invita a recorrer la incomodidad, el amor, la desesperanza, la esperanza, la desesperanza nuevamente, la realidad, y la cercanía.

Tiene detalles que hacen que la serie sea sensata, como ver que la protagonista repite constantemente la ropa. No solo deja en evidencia que a Fleabag no le sobra el dinero, sino que nos muestra que es una persona real, y la gente real usa ru sopa seguido. Parece obvio, pero es algo que muchos vestuaristas se olvidan, sea por omisión o sea por contratos con marcas y/o ganas de lucir ropa (quién pudiera…). Otra particularidad de lo real que es: los gins tonics en lata de Marks and Spencer que el Padre siempre tiene a mano en su oficina. Y, dato de color: ¡el alcoholismo del Padre generó una suba de 24% en las ventas del gin and tonic a M&S!

Fleabag misma es uno de los personajes más reales que nos va a haber dado la TV. Todas sus imperfecciones, llevadas como bandera, que tanto le cuestan. Los errores del pasado que no la dejan ir, la cuarta pared imposible de derribar (guiño al capítulo final). Vive con estos sentimientos a flor de piel, no se perdona y los espectadores, del otro lado de la pantalla, lo sentimos.

Y también reímos, ¡mucho! Es una comedia dramática que saca carcajadas gracias al impecable guion que rebosa de humor británico, siempre superior. El humor británico nos invita al chiste sin importarle que lo entendamos o no, eso es problema nuestro. Nos lo deja a mano y nosotros vemos qué hacemos con eso que acabamos de presenciar, y Waller-Bridge explota ese humor con una destreza enorme.

Claro que también tiene momentos simplemente cómicos, de esos que no distinguen de nacionalidades. Desde su confesión “I sometimes worry that I wouldn’t be such a feminist if I had bigger tits” dicha durante un silencio compartido entre desconocidos, hasta verse bien en el funeral de la madre sin haberlo buscado, sin maquillaje, sin ningún extra. Simplemente lucir espléndida ese día.

Y, según mi humilde opinión, el clímax cómico, la cerise sur le gâteau, llega de la mano de un desopilante romance con un miembro de la iglesia. Y no cualquiera: el Hot Priest, interpretado a la perfección por Andrew Scott. Pero no diré más sobre el tema porque la serie es corta y los spoilers llegan rápidamente.

Para concluir, ¿qué mejor que hablar del final? La última escena abandona al espectador después de haberle mostrado lo cruda y desencontrada que puede ser la vida. Nos dio esperanzas que dieron lugar a rompernos el corazón con la realidad de las circunstancias. Hannah Jane Parkinson de The Guardian lo dijo con palabras impecables: es “el más electrizante y devastador final de televisión en años” y es por eso que solo nos resta escribir sobre él para encontrar un modo de lidiar con todas estas emociones que nos deja sintiendo. La televisión, cuando está bien realizada, es un arte hermoso.

--

--

María Paula Muzzachiodi

Argentina en Francia | Traductora de inglés + Content writer free-lance | Fan de la pop culture, la arquitectura y la política